Dudas al inicio del puente

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Desde que cumplí 22 años las cosas en mi cabeza han ido cambiando, o evolucionando, o dejando cosas atrás, o qué se yo.

Me planteo a ratos cosas que no tenía planteado plantearme (toma rizo lingüístico) hasta dentro de unos años; aunque también tenía pensado que fuera yo el que aboradara los problemas en lugar de que ellos me abordaran a mí. Algunas ideas parecen buitres que, en vez de buscar cuerpos donde carroñear, buscan cerebros veinteañeros donde sembrar dudas para luego cosechar problemas.

Me imagino que esto será que estoy entrando en el puente que hay entre el mundo de la adolescencia y de los adultos. Problemas de adultos intentando ser resueltos de forma adolescente, viceversa, y por suerte problemas en los que concuerda la forma de abordarlo con el propio reto.

Aquellos que no hemos dejado nuestra tierra para ir a estudiar a otra ciudad nos vemos que, al acabar la carrera, no hay un mundo laboral al que tienes que decidir enfrentarte porque, sigilosamente, ya te ha rodeado y dejado sin escapatoria: “Con nosotros o sin tí, muchacho”. La libertad de movimiento en el mundo globalizado es un espejismo de lo contraido y contrahecho que puede quedar nuestro mundo interior si no tenemos cuidado.

Otra de las contradicciones en las que suelo entrar es el tomar decisiones opuestas en días consecutivos: “me voy ya de casa, me quedo”, “dejo la 2ª carrera, la acabo”, “empiezo a currar, lo dejo para dentro de un año”, “me incorporo al mercado sentimental, quiero seguir solo solito solo”, …

¿El trecho que me queda hasta el final del puente que acabo de empezar a cruzar será siempre así? ¿Hay atajos? ¿Cómo es el otro lado? ¡Ayuda!