Before Christmas

General

Hola!
Ésta es de las últimas entradas que escribo desde España antes de irme de vacaciones. Pero ya me las ingeniaré para poder contar cosas desde donde esté y que esas cosas queden aquí.

Me gusta caminar por mi ciudad, fijarme en los detalles pequeños. No se si alguna vez he hablado aquí de esto: de pequeños nos fijamos en todos los detalles, conocemos hasta el más mínimo rinconcito de nuestra casa y de los sitios a donde vamos. Yo por lo menos recuerdo ser muy observador y mantener en la cabeza detalles muy pequeños de los sitios por donde pasaba.

Pero con la edad parece que nos fijamos sólo en cosas más abstractas; es lógico pero da un poco de pena que sólo muy poca gente te pueda decir cómo es el suelo de su portal, las piedras de la esquina de algún edificio, el tacto de las farolas, el sonido de la puertecilla de un buzón al abrirse, la forma en que se juntan los maderos de nuestros muebles, sus tornillos, o el tacto de la pared (ya sea gotelé, yeso, corcho, etc…) contra la que duermes . Parece que como si la mente dejara de fijarse en lo físico para sólo pensar en las cosas que afectan a nuestra rutina y a nuestra forma de pensar. A pesar de todo me encanta pasear por Madrid fijándome en ese tipo de cosas, y por supuesto en la gente.

Aunque hay sentidos que con la edad siguen estando comunicados de esa manera tan primitiva, como el olfato: ¿quién no sabe cómo huele el metro por las mañanas? Ese olor a goma vieja y (en mi estación al menos) a bollos calentitos recien hechos.

Siento que hoy haya contado muchas ralladas y las siga contando:
Creo que poco a poco vamos modificando algunas costumbres nuestras (otras las cambiamos muy rápido); creo que en algunas cosas nos “humanizamos” demasiado hasta tal punto en que nos cerramos tanto en nosotros mismos que parece que cada vez que quieres algo de fuera tienes que romper un muro de piedra. Por ejemplo, hasta la fiesta de San Teleko en mi facultad había mucha gente con la que no había hablado y claro, como estamos todos ahí de buen rollo, con las venas medianamente llenas de alcohol y con una euforia que pocas malas noticias torecerían pues hablas con la gente, es lo que quieres.

Eso sí, en el día a día poco a poco ese compañerismo se va perdiendo. Pero bueno, cosas como las fiestas hacen que uno se sienta parte de algo más grande que su grupo de amigos (que, de nuevo, no es poco). Por todo eso me gusta hacer cosas que se salgan de lo normal; quizás parece que estoy un poco loco, pero lo hago a conciencia y a sabiendas de que no es nua conducta del todo normal. Me refiero a encontrarme a cierto colega de la uni y ponernos a gritar “Lokooooooooo”, de vez en cuando hablar raro a la gente (te preguntan en el vagón del metro que si vas a salir y les contestas ¿acaso lo dudaba? o Por supuesto o Si usted me lo pide). Hay muchas más cosas de ese estilo e incluso de otros estilos, y creo que es bueno para que nos demos cuenta de que cuando salimos de casa para adentrarnos en nuestra rutina (cuando la estancia en casa no forma parte de ella) no nos encontramos solos, no hay porqué seguir el mismo patrón de siempre, puedes gritar y correr, no es delito moral el querer subirte a una farola y gritar alguna cosa…

Creo que es bueno que de vez en cuando veamos a alguien hacer algo fuera de lo común a la par que ingenioso y divertido… El problema es que la gente ya no se toma esas cosas bien, ¡como si fueran una ofensa a su libertad de seguir una rutina! Por ejemplo, creo que la gente que toca en el metro de una manera original (no esos que te los cruzas siempre en el vagón y tocan siempre la misma… tariroriro-ti tariroriro-ta tariroriro-riroriro-rirora) debería ser aplaudida por quien quisiera cuando acaban de tocar, aunque no les dieras dinero… -> ya tengo una propuesta de esas de año nuev
o.

Me gustaba mucho cuando acontecía la Guerra del Golfo II (esa del año que se acaba, sí) ver que las ventanas de las casas no estaban mudas, ya tenían voz. Casi todas las ciudades de España se llenaron de pancartas caseras donde lucían consignas en contra de la Guerra y que cada uno se había hecho. Me encantaba que, a parte de las “oficiales” de “nunca mais” y “no a la guerra” la gente consiguió que las reclamas fueran un conjunto heterogeneo de protesta. La homogeneidad me da a decir que existe rebañismo, la heterogeneidad para mí es signo de que hay implicación.

Bueno, por hoy me despido. Me voy de viaje a Cuba el próximo lunes día 22. Intentaré que mi vía principal para contactar con vosotros (los que me leéis y mis amigos que, a parte de leerme me ven cada día) sean estas páginas. Cuando esté allí y vea el panorama telemático (acceso a servidores de correo extranjeros, etc…) ya informaré aquí de cómo se puede contactar conmigo.

P.D. Gracias a todos los que hicieron posible que la noche de ayer (la de la cena) fuera tan inolvidable